Se entiende por identidad un conjunto de rasgos propios que definen a una persona y que te distinguen de otro. Se ha asumido que la identidad nace con nosotros, por ejemplo, se supone que naces en un lugar y por haber nacido ahí te identificas con una bandera, un baile, etc. con las que te construyes. Pareciera que la identidad fuera algo ontológico o biológico, pero es discursiva, se construye con el lenguaje. Lo que significa ser negro no es natural, si lo que significa ser negro tuviera un origen ontológico no podríamos cambiarlo.
Para entender bien de dónde parte este texto argumentativo, se debe tener en cuenta que en el diario de Colón no hay más que descripciones de lo que él vio, es decir, una representación de la realidad según la cual se construyó una identidad, la cual supuso unas relaciones de poder con unos indígenas a los que creyeron bestias. Por ello debe entenderse que la raza es entendida como una invención colonial de clasificación y subordinación de poblaciones no europeas. En este sentido, como expone Anzaldúa (2016) “Las fronteras se establecen para distinguirnos a nosotros de ellos. Una frontera es una línea que divide” (p.25).
Las identidades se construyen a través de la diferencia -por ejemplo, existen personas negras porque existen blancas- y de la representación -es decir, según la ropa que utilizas, el peinado que lleves, entre otras muchas cosas-. La norma necesita que siga existiendo la diferencia para poder seguir siendo norma. Existe, por tanto, una imposición de parámetros normativos, en particular en lo que respecta a la inteligibilidad y hegemonía de unos cuerpos y sujetos sobre otros.
En este sentido, el sujeto racista ve su propia humanidad no en aquello que lo une a los otros, sino en lo que lo distingue. En este sentido, Anzaldúa (2016) expresa “pero es difícil distinguir entre lo heredado, lo adquirido, lo impuesto” (p. 140). Moraga (1979), por su parte, expone: “En verdad, el opresor no teme tanto a la diferencia como a la similitud. Teme descubrir en sí mismo las mismas penas, los mismos deseos de la gente a quien ha herido.” (p. 126)
Sobre esto último, Butler (2007) expone lo siguiente: “La representación se extiende únicamente a lo que puede reconocerse como un sujeto. Dicho de otra forma, deben cumplirse los requisitos para ser un sujeto” (p. 46) En este sentido, como afirma Lugones (2010):
“La colonización de las Américas y del Caribe, se impuso una distinción dicotómica, jerárquica entre humano y no humano sobre los colonizados al servicio del hombre occidental. Estaba acompañada por otras distinciones jerárquicas, entre ellas entre hombres y mujeres. Esta distinción se convirtió en la marca de lo humano y de la civilización. Sólo los civilizados eran hombres y mujeres. Los pueblos indígenas de las Américas y los africanos esclavizados se clasificaban como no humanos en su especie—como animales, incontrolablemente sexuales y salvajes. El hombre moderno europeo, burgués, colonial, se convirtió en sujeto/agente, apto para gobernar, para la vida pública, un ser de civilización, heterosexual, cristiano, un ser de mente y razón.” (p. 106)
El fragmento de la serie que se expone en este texto argumentativo trata del proceso de colonización y cristianización de los indígenas americanos impuesta por los colonos sobre todo a través de distintas instituciones, entre ellas, la escuela.
La serie pone de manifiesto cómo los colonos convencen a los indígenas que la mejor opción para sus hijos es ir al colegio para aprender el idioma, ya que eso les facilitará la vida en el futuro. Nada mencionan sobre el hecho de que se les cambiará el nombre -por uno cristiano- y les obligarán a vestir de una forma determinada, incluso a cortarse el pelo; además de prohibirles recibir visitas y educarles con métodos físicos muy severos.
Sobre ello, Anzaldúa argumenta lo siguiente: “La cultura blanca dominante nos está matando lentamente con su ignorancia. Al arrebatarnos nuestra autodeterminación, nos ha vaciado y debilitado.” (p. 145)
En la serie este hecho sucede cuando la mujer blanca perteneciente al comité del pueblo se acerca a los indígenas para darles la “buena nueva”:
“Disculpen. Ustedes. […] les traigo buenas nuevas de nuestro gobierno. Hay un internado en Halifax. Te enseñarían a leer y escribir nuestro idioma. Y todo tipo de cosas.” La niña indígena se lo traduce a sus padres y les dice que “podría ser divertido”, pero los padres discuten sobre ello: “Los blancos lo están cambiando todo […] Quizá aprender sus costumbres ayude a la comunidad” La madre cree que puede ser una oportunidad para su hija, pero el padre considera que “ya se llevan demasiado”, refiriéndose a que no quiere que se lleven a su hija también.
(2017: Capítulo 3, 33:11 – 34:11)
En conclusión, el pueblo indígena tiene sus propias costumbres, una lengua propia y una manera de vestir concreta pero lo que ello implica para el resto es construido, es una interpretación que dista de su realidad ya que se crea en base a una verdad distinta, la de los colonos. Es esta verdad la que les insta a colonizarles, esto es, imponer sus costumbres, las que ellos consideran correctas. Es lo que se conoce como el complejo de salvador blanco: realmente los colonos consideran que están salvando a esos pobres indígenas salvajes, civilizándoles, en vez de entender que ellos ya eran una civilización, solo que con costumbres diferentes pero, al fin y al cabo, igual de válidas.
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